
Saludos, amigo(a) lector. Quisiera relatarte la segunda historia de la vida real, una historia sobre la misericordia de Dios hacia la humanidad. ¡Qué bendición más grande!
En 1995, a los 20 años de edad, un trío de primos se dirigía a una playa en el área de San Juan, Puerto Rico, para disfrutar de un día en familia y hacer prácticas deportivas. En un momento dado, mientras dos de ellos practicaban el surf, el otro primo practicaba natación y carrera (dúalo). Mientras este último practicaba natación, el mar se enfureció y comenzó a arrastrarlo a las profundidades, alejándolo de la orilla. En una de sus brazadas, al levantar la cabeza, se dio cuenta de que estaba muy lejos de la orilla. Fue entonces cuando comenzó a desesperarse, nadando erróneamente en contra de la corriente, lo que lo debilitó aún más. Comenzó a hundirse mientras agitaba las manos en señal de auxilio.
A lo lejos, vio a uno de sus primos sobre su tabla de surf e intentó hacerle señas desesperadas, acompañadas de gritos pidiendo ayuda. Sin embargo, su primo no lo escuchaba y tampoco entendía las señales, pensando que lo estaba saludando. Ya casi sin fuerzas, el joven se sumergió hasta el fondo y se impulsó una vez más para lanzar un grito más fuerte con la esperanza de ser rescatado…
Tiempo después, ya consciente en la orilla y tras aproximadamente una hora y treinta minutos, el joven comenzó a preguntar repetidamente: «¿Qué día es hoy?». Finalmente, recuperó la conciencia por completo. Su primo le contó lo sucedido y cómo lo socorrieron: cómo extendió su mano y lo colocó sobre la tabla para llevarlo a la orilla. El joven solo recuerda haberse impulsado desde el fondo para pedir ayuda; el resto es lo que sus primos le han contado.
Esta historia me recuerda a Pedro cuando caminaba hacia Jesús sobre las aguas. Aunque iba en la dirección correcta, en algún momento la duda y el azote de las olas lo hicieron perder su enfoque. Jesús siempre es nuestro norte, ¿por qué entonces desviarnos de sus caminos?
Cuando nos desviamos, luchamos en contra de su voluntad, y los resultados pueden ser perjudiciales en nuestras vidas. ¡Enfócate! Sigue el camino hacia Jesús. Él tiene grandes cosas preparadas para ti y te llevará a un lugar seguro, como hizo con Pedro al extenderle su mano y rescatarlo. Con su mano te sostendrá y te dice: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti» (Isaías 43:2).
«Yo, yo soy Jehová, y fuera de mí no hay quien salve» (Isaías 43:11).
Dios lo ha hecho de nuevo 🙏, por su misericordia y su amor hacia nosotros. Jesús, a través del primo, se hizo presente, extendió su mano y lo rescató. ¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente? ¡No lo sé! ¿Le dieron primeros auxilios? Tampoco lo sé. Pudo haber sido otro final…
¡Pero no! Sin merecerlo, Él me escogió y no me dejó solo. ¡Grande es su misericordia, nueva cada mañana!
Amigo(a), no te desvíes. No vayas en contra de los principios de Dios. Él está ahí para salvarte.
MIB (EL MAESTRO)